lunes, 2 de noviembre de 2009

Sin título.


Cuando caminaba hacia acá, me encontré con un soldado. Tan elegante como los de antes. Tristemente me dice… “tienes que venir conmigo”, entonces, de su espalda, se elevaron alas como de ángeles, las cuales, me arroparon tan sólo por un segundo, y sin entender cómo, abrí mis ojos en otra tierra, una montaña que parecía palacio, o más bien un palacio que parecía cielo. Entonces el soldado quién no podía contener más sus lágrimas, me dijo “este es el Valhala”… Pero, sin entender el por qué de mi presencia parecía entristecer a todo ser que allí se encontrase. Por qué si ésta es la tierra de los dioses, solo podía sentir en sus ojos tanta desolación.

Mientras me llevaba a través de un lugar hermoso, a lo cual mi pequeña razón solo puede dilucidar como los Mitológicos Campos Elisios. En los cuales bellas doncellas con armaduras rotas lloraban sin parar y los héroes caídos se acumulaban en los campos humanos, sin poder pelear por sus almas. Cuando al fin llegamos a un trono blanco, sentando en él, estaba Ella, dulcemente me mira y dice… “dámelo a mi”. Sin pensarlo, y mucho menos entenderlo me negué con la cabeza. El blanco de sus ojos se tornó rojo carmesí, a la vez de que todo el cielo ennegrecía y los entes celestiales asustados corrían. Hasta las alas del poderoso soldado fueron quemadas, mientras gritaba “DAMELO”, cuando corrí buscando a las Valkirias para socorrerme, sólo las vi escapar horrorizadas. Entonces… mi cuerpo se heló... ¿Quién puede ser este? Que hasta los mismos dioses le temen. Cuando ya por el miedo no pude correr más, volteé, y vi todos los Campos Elisios y su supuesta eternidad volverse cenizas a sus pasos, entonces, una vez más me preguntó “Esta es tu última oportunidad, Mortal… ¿Me lo darás?” Sin entender qué me estaba pidiendo, nuevamente me negué. ¿Qué será eso que los dioses tanto desean? ¿Qué tengo yo, que puedo entristecer todo el cielo por su ausencia? Y más importante aun, ¿por qué coño estoy dispuesto a morir?
Ahora me encuentro delante de ti, sin saber si fue un sueño, o sólo divagaciones mías, sin embargo, ahora entiendo qué era lo que Ella me pedía… El amor que siento por ti.


Por Wascar Julio Suero Alcántara 1/Nov/09

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